
Todos
sabemos, por desgracia, que la demencia es una enfermedad progresiva
que afecta a la memoria, al pensamiento y a la capacidad de realizar
la gran mayoría de las actividades cotidianas. A medida que el mal
avanza, los pacientes requieren una atención más intensa y
continua, lo que suele ser muy perturbador ─emocional y
físicamente agotador─ para los cuidadores.
A
nuestro juicio, la neuroplasticidad juega un papel crucial en la
constante necesidad de adaptación y aprendizaje por parte de los
cuidadores. La neuroplasticidad se va convirtiendo en un término de
uso habitual. Se trata de la capacidad que tiene el cerebro para
reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales a lo largo de la
vida, es un campo que ofrece esperanza y desafíos únicos para
los cuidadores de pacientes con demencia. Este fenómeno no solo es
relevante en la rehabilitación y mejora de los pacientes, sino que
también tiene un impacto significativo en quienes les brindan
cuidados diarios.
En
el título citamos la neuroplasticidad como una instrumento para el
cuidador y, muy posiblemente, los cuidadores podríamos obtener
considerables beneficios de los principios de la neuroplasticidad
para mejorar nuestra propia resiliencia y bienestar. Al aprender
nuevas habilidades de cuidado y adaptarnos a las cambiantes
necesidades de los pacientes, estaremos ejercitando nuestro propio
cerebro, fomentando la formación de nuevas conexiones neuronales que
pueden ayudar a manejar mejor el estrés y las emociones que,
inevitablemente, nos afectan. Creemos, sin ninguna duda, que la
neuroplasticidad ofrece un rayo de esperanza en el desafiante camino
de cuidar a un ser querido con demencia.
De
aquí surge una pregunta inevitable: ¿cuáles son las facetas
basadas en la neuroplasticidad que podemos utilizar los cuidadores?
Pensamos que hay muchas, pero hay cuatro que destacan. Y la primera
es la formación continuada ya que mantenernos informados
estimula el cerebro. En segundo lugar citaremos el ejercicio físico,
pues la actividad física frecuente promueve la neurogénesis
y mejora las funciones cognitivas.
La
participación en redes de apoyo, sería la tercera faceta,
colaborar con grupos de apoyo podría proporcionar nuevas
perspectivas y estrategias de afrontamiento, enriqueciendo las
conexiones sociales y emocionales. Y en último lugar citaremos el
autocuidado mental que
podemos activarlo mediante prácticas (mindfulness, meditación,
yoga...) que impulsen la generación de materia gris en las áreas
del cerebro asociadas con la atención y el equilibrio emocional,
beneficiando tanto al cuidador como al paciente.
Creemos,
sin ninguna duda, que la neuroplasticidad ofrece un rayo de esperanza
en el desafiante camino de cuidar a un ser querido con demencia.