viernes, 21 de junio de 2024

La "serotonina": la sustancia del bienestar

      Estaba con el Dr. Javier Raudó echando un rato hablando sobre la química neurológica y, por supuesto, de los neurotransmisores. Cuando nombré la “serotonina” el médico sonrió y dijo:

      ─¡Ah, la serotonina! Esa pequeña molécula que juega un papel tan crucial en nuestras vidas. Creo que ella merece más reconocimiento que los superhéroes del cine. Sin embargo, aunque no lleva capa ni tiene una identidad secreta, la “serotonina” es el verdadero guardián de nuestro bienestar.

      Me reí con la ocurrencia de su comparación y añadí:

      ─Pues sí, es cierto; la “serotonina” es un neurotransmisor, una especie de mensajero químico de los muchos que actúan en nuestro cerebro. Hay que pensar en esta sustancia como el cartero más eficiente de nuestro pueblo, que va entregando mensajes importantes de una neurona a otra para asegurarse de que todo funcione correctamente. Este peculiar cartero en lugar de cartas, postales y paquetes, entrega sensaciones de bienestar, felicidad y, sorprendentemente, hasta regula tu apetito y sueño.

      Javier asentió con la cabeza y comentó:

      ─Lo que mucha gente no sabe es que la “serotonina” es producida, en una pequeña parte en el cerebro, aunque la mayor parte de ella se genera en los intestinos. Nuestro estómago es prácticamente una fábrica de “serotonina”. Así que la próxima vez que sientas mariposas en el estómago, podrías agradecerle a tu “serotonina” por mantener el ambiente alegre ahí abajo ─dijo dándose unas palmaditas en la barriga.

      Intervine para decir:

      ─La “serotonina” es una molécula pequeña pero poderosa que tiene un gran impacto en cómo nos sentimos y cómo funcionamos día a día. Es la verdadera causante de nuestro bienestar. Y hay que cuidarla bien, porque, al final del día, todos necesitamos un buen director de orquesta para que el concierto de la vida siga siendo algo estupendo.

      Javier exclamó:

      ─¡No es mala idea esa comparación! Imagínate que tu cerebro es un concierto. La “serotonina” es entonces el director de orquesta, controlando la música y asegurándose de que todos estén motivados y de buen humor. Sin un buen director, la excelencia de la música puede decaer, y lo mismo ocurre cuando los niveles de “serotonina” son bajos: el ánimo decae, y podemos sentirnos tristes o ansiosos.

      Entonces se me ocurrió preguntarle:

      ─¿Qué podemos hacer para que ese director haga que se interpreten las mejores piezas músicales?

      El doctor respondío rápido:

      ─Sí; conocemos algunas algunas estrategias comprobadas para aumentar los niveles de “serotonina”, por ejemplo, el ejercicio físico. Y también una dieta rica en triptófano como el pavo, los huevos y el queso, puede ayudar. Aunque no hay que olvidar la exposición a la luz solar, como ayuda a que nuestro cuerpo produzca más “serotonina”. Las prácticas de mindfulness, taichí y yoga también aumentan los niveles del neurotransmisor.

      ─Otro aspecto de las bondades de la “serotonina” es el relativo a la regulación del sueño. Actúa como el maestro de ceremonias que sabe exactamente cuándo el concierto debe terminar, convirtiéndose en “melatonina”, que es la hormona del sueño.

      El doctor Raudó acabó diciendo:

      ─No podemos dejar de hablar de la “serotonina” sin mencionar su papel en el amor y en las relaciones sociales. Por ejemplo, esa sensación cálida y difusa que tienes cuando nos sentimos cercano a alguien, eso también es obra de nuestra gran molécula química. Así que, la próxima vez que tengas una conversación profunda con un amigo o un momento romántico con tu pareja, recuerda que la “serotonina” está ahí, trabajando entre bastidores.

      Por último le pregunté a Javier:

      ─¿Sabes cuántos neurotransmisores hay?

      ─Hay muchos neurotransmisores en nuestro cuerpo, pero los principales son: la “serotonina”, la “dopamina”, la “noradrenalina”, el ácido gamma-aminobutírico (GABA) y la “acetilcolina”. Cada uno juega un papel importante en la comunicación entre las células nerviosas.

      ─Pues tendremos que ir hablando de ellos...

martes, 18 de junio de 2024

La teoría del padre Horst Seehofer: cuidadores y monjes


      Algunos lectores recordarán a mi amigo el padre Horst Seehofer que vive en Japón. Es un fraile benedictino alemán, que habita en unos de los pocos conventos que existen en aquel país. Horst está en Senday que es conocida como la “Ciudad de los Árboles” y allí ejerce sus labores pastorales. Senday está unos trescientos kilómetros al norte de Tokio, en la región de Tohoku, de poco más de un millón de habitantes. Ayer le estuve contando cómo me va en esta nueva faceta de mi vida, la de “cuidador”, me escuchó con enorme atención y después dijo:

      ─¿Sabes que puede haber una gran conexión entre una vida como la mía, de monje, y la de un cuidador? Estamos, ambos, en un viaje, un viaje hacia la compasión y la trascendencia.

      Me quedé un poco confuso, balbuceé algo así:

      ─No sé,... ¿cómo?...

      Horst prosiguió:

      ─Observa. A primera vista, la imagen de un monje benedictino dedicado a la oración y la contemplación en un monasterio austero y la de un cuidador de un enfermo en el entorno íntimo y desafiante del hogar, parecen mundos totalmente distintos. Sin embargo, bajo la superficie de estas dos realidades aparentemente dispares, creo que se oculta una conexión profunda y significativa que se basa en valores fundamentales como la compasión, la paciencia, la aceptación y la trascendencia. Tanto nosotros los frailes, como vosotros los cuidadores de enfermos, compartimos una profunda vocación de servicio y entrega al prójimo. Los monjes dedicamos la vida a la oración, el estudio y el trabajo manual, no solo para el propio crecimiento espiritual, sino también para servir a Dios y a la comunidad. De manera similar, los cuidadores dedicáis vuestro tiempo y energía a brindar atención y apoyo a los seres queridos, sacrificando a menudo las propias necesidades y deseos para garantizar el bienestar de la persona a la que cuidáis.

      Sus argumentos me cogieron un poco de sorpresa y no supe qué contestar ni qué decir. Al padre Horst le vi muy inspirado y él ─al ver mi despiste─ siguió diciendo:

      ─Mira, debes tener en cuenta que la compasión y la paciencia son pilares fundamentales tanto en la vida monástica como en el cuidado de los enfermos. Los monjes tratamos de cultivar la compasión a través de la meditación, la oración y la reflexión, intentando ir aprendiendo a comprender y compartir el sufrimiento de los demás. De igual manera, vosotros, los cuidadores desarrolláis una profunda empatía y paciencia ante las dificultades y desafíos a que se enfrentan vuestros seres queridos, brindándoles apoyo emocional y físico con amor y comprensión. Ambos, tú y yo, los frailes y los cuidadores, nos enfrentamos a la realidad de la impermanencia y la fragilidad de la vida. Los monjes, a través de la vida contemplativa, aceptamos la muerte como parte natural del ciclo de la vida, encontrando paz y trascendencia en la conexión con lo divino. Los cuidadores, por su parte, aprenden a aceptar la progresión inevitable de la enfermedad y a encontrar significado y propósito en el cuidado amoroso y compasivo de sus enfermos.

      Le dije lo siguiente para tratar de ordenar mis ideas:

      ─Sí, sé que vosotros, en el camino de la vida monástica, buscáis alcanzar la paz interior y la trascendencia a través de la oración, la meditación y el estudio espiritual, pero ¿quieres decir que, de manera similar, los cuidadores, a pesar de las dificultades y desafíos a los que nos enfrentamos, podemos hallar momentos de paz y trascendencia en la conexión profunda con nuestros seres queridos, en la práctica de la compasión y en la aceptación de la realidad presente? ¿Es eso?

      El padre Seehofer exclamó:

      ─¡Sí, eso es! ¡Exacto! Fíjate que la conexión entre un monje y un cuidador no se basa en similitudes superficiales, sino ─como antes te dije─ en valores profundos y compartidos como la compasión, la paciencia, la aceptación y la búsqueda de la trascendencia. Ambos, desde nuestros diferentes roles y experiencias, aprendemos valiosas lecciones sobre el servicio al prójimo, la importancia de la empatía y la capacidad de encontrar significado y propósito en las circunstancias más desafiantes.

      Después, bromeando, le dije

     ─¿No tienes ningún hábito de monje sobrante?


domingo, 9 de junio de 2024

La magia del "cortisol"


      Es cierto que hablar de todas estas cosas que afectan al cerebro nos lleva a un espacio sin fin, vamos de un sitio a otro de manera irrefrenable, un eslabón nos lleva a otro, otro a otro en una cadena interminable. En la conversación de ayer con mi amigo, el doctor Javier Raudó, hablamos de muchas cosas, pero tocamos durante un rato el asunto ─importantísimo─ de las hormonas y de los neurotransmisores; en concreto hablamos del “cortisol” (hidrocortisona).

      Sin ánimo de profundizar demasiado se puede decir que el “cortisol” es una hormona vital que desempeña un papel crucial en la respuesta al estrés y en la regulación del metabolismo. Aunque hay que añadir que es esencial para el funcionamiento del cuerpo, es de gran importancia mantener un equilibrio adecuado de "cortisol" en el organismo para prevenir efectos negativos en la salud. Javier me decía que es muy importante el entendimiento de esta hormona para generar hábitos saludables que contribuyan a nuestro bienestar general.

      El “cortisol”, es conocido comúnmente como la "hormona del estrés", y sabemos que se trata de una sustancia destacada en el funcionamiento del cuerpo humano. El “cortisol” se fabrica en las glándulas suprarrenales y desempeña un papel relevante en la regulación de diversos procesos fisiológicos y, sobre todo, en la respuesta del organismo ante situaciones de estrés. También, otra de las funciones principales del “cortisol” es la regulación del metabolismo, ya que promueve la liberación de glucosa en el torrente sanguíneo, proporcionando energía adicional al cuerpo. Además, actúa como un potente antiinflamatorio, ayudando a controlar la respuesta inflamatoria del sistema inmunitario.

      El cuerpo libera “cortisol” como parte de la respuesta de "lucha o huida", preparando al organismo para afrontar cualquier situación de estrés en la que nos encontremos. Pero ¡cuidado”, si tenemos niveles crónicamente elevados de “cortisol” esta hormona puede tener efectos negativos en la salud, como aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, supresión del sistema inmunitario y trastornos del sueño. Además, el “cortisol” puede influir en el estado de ánimo y la cognición. Niveles elevados de cortisol durante periodos prolongados se han asociado con ansiedad, depresión y dificultades en la toma de decisiones.

      El Dr. Raudó recalcaba en la conversación lo importante que es mantener un equilibrio saludable en los niveles de “cortisol” para así garantizar su función adecuada sin efectos adversos. Insistía en necesidad de la práctica regular de técnicas de manejo del estrés, como la meditación, el ejercicio físico y la dedicación de tiempo para la relajación, ya todo ello puede contribuir a mantener el “cortisol” a niveles saludables.

      Y terminó diciéndome: 

      ─¿Sabes que la terapia musical puede reducir los niveles de "cortisol" en algunas situaciones?

viernes, 7 de junio de 2024

Los "solitarios" de siempre

      Jugar a hacer “solitarios” con una baraja de cartas puede tener múltiples beneficios neurocognitivos, aunque es importante destacar que los resultados de investigaciones en este tema puede variar y no todos los estudios coinciden en los mismos resultados.

      No obstante, se puede decir, sin mucho temor a errar, que algunos posibles beneficios incluyen: estimulación cognitiva, estrategia y resolución de problemas, concentración y atención, reducción del estrés, estimulación visual y entretenimiento.

      Es importante destacar que estos beneficios pueden variar según la gravedad del trastorno cognitivo de la persona en cuestión y, por supuesto, de la cantidad de tiempo dedicado al juego y del tipo (dificultad) de los solitarios utilizados. Además, hay que señalar como algo muy relevante, es que es crucial equilibrar el juego con otras actividades cognitivamente estimulantes y mantener un enfoque global en la salud mental y física.

      La neuroplasticidad es el motor de la capacidad del cerebro para adaptarse y reorganizarse en respuesta a nuevas experiencias, aprendizajes y lesiones. Este proceso permite que las neuronas y las conexiones sinápticas se modifiquen, fortaleciendo o debilitando las rutas neuronales según sea necesario. Gracias a la neuroplasticidad, el cerebro puede recuperarse de daños, mejorar sus funciones y desarrollar nuevas habilidades, lo que subraya su increíble capacidad de transformación y resiliencia.

martes, 4 de junio de 2024

El monstruo de la DEPRE...

 
    

      Ayer por la tarde estuve conversando con un amigo médico ─que sin ser neurólogo es un gran conocedor de esa especialidad─ y nos surgió una temática muy interesante. Le hice una pregunta sobre la frecuente prescripción de antidepresivos a los enfermos aquejados de alguna demencia, y de ahí saltamos a hablar, de manera más específica, sobre las posibles relaciones entre la depresión y las enfermedades neurodegenerativas.

      Él empezó diciendo que, según su criterio, la relación ─indudable─ entre la depresión y esas enfermedades es compleja y bidireccional, porque la depresión puede incrementar el riesgo de desarrollar enfermedades de la mente y, a la vez, estos males pueden provocar la irrupción de depresiones. Entonces le pregunté:

      ─¿Entonces podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que existe una estrecha relación entre la depresión y los trastornos neurodegenerativos?

      Mi amigo respondió rápido:

      ─¡Sin duda ninguna! Hay investigaciones recientes que han demostrado que las depresiones pueden ser una factor de riesgo como síntoma de esas enfermedades.

      ─¿Quieres decir que hay estudios que sugieren que la depresión puede aumentar las posibilidades de que una persona desarrolle “a posteriori” alguna enfermedad como el Parkinson o el Alzheimer?

      Respiró hondo y después de una breve pausa comentó:

      ─Sí, pero lo que no se sabe aún son los mecanismos subyacentes de esa relación, pero pueden involucrar inflamación crónica, cambios en la neuroplasticidad y alteraciones en la bioquímica general.

      ─¿Explicaría eso el porqué la depresión en un síntoma muy común entre las personas con algún trastorno neurodegenerativo? ─le pregunté.

      ─Creo que sí, aunque le preguntaré a algún colega neurólogo que esté más al tanto de estas cuestiones, pero estoy bastante seguro que en las enfermedades como el alzhéimer, la demencia frontotemporal, el párkinson y el ELA (Esclerosis lateral amiotrófica) y otras, van paralelas a la depresión. Y, además, pienso que la depresión puede exacerbar los síntomas neurodegenerativos y afectar de modo negativo a la eficacia del tratamiento general. Y, por supuesto, a la calidad de vida del paciente.

      ─Imagino que quieres decir que la presencia de depresiones en los pacientes con enfermedades neurodegenerativas pueden complicar las terapias de ambas condiciones, ¿no?

      Se quedó un poco pensativo y habló como para sí mismo, con la mirada un poco perdida.

      ─Muy posiblemente, tanto la depresión como las enfermedades neurodegenerativas, compartan mecanismos biológicos, como la disfunción de neurotransmisores (por ejemplo, serotonina, dopamina), el estrés oxidativo y la inflamación neuroinmune.

      ─¿Y qué es el estrés oxidativo?... Bueno, déjalo, te veo un poco cansado, mañana, o pasado, seguiremos hablando de todo esto, ¿vale?...